LA INDEPENDENCIA COMO UN PROBLEMA DE LAS CIENCIAS SOCIALES.

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos."
Carlos Marx. 
El dieciocho brumario de Luis Bonaparte


Nada tiene más continuidad en nuestra historia que la independencia, por eso cuando Hugo Chávez propone profundizar la independencia en el Plan de la Patria, específicamente en el primer objetivo que promulga “Defender, expandir y consolidar el bien mas preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la independencia” (2012, p. 4), lo que en realidad está proponiendo es seguir profundizando un largo proceso histórico; y sobra quien piense que hablar de independencia en pleno siglo XXI denota algunos problemas en las ciencias sociales; el primero de ello, que se trabajara más adelante, es el del origen de la independencia en sí; el otro, el de considerar que ya la independencia ocurrió y hablar de ella en este momento es un virtual salto a un pasado lejano; pero existe un problema mayor aún y es el de considerar que la independencia no tiene un lado antagónico propio, su otro lado de la moneda: el colonialismo y su expresión más concreta la colonia. 

En síntesis, la independencia es la respuesta histórica, política, económica, social y cultural a la colonia y sus estructurales materiales e inmateriales. De estas primeras se desprende, a parte del modelo de explotación establecido, la estructura jurídico-política que heredamos que aun asumiendo el modelo republicano y la división de los poderes, es decir, el sistema de estado concebido y establecido desde el pensamiento liberal burgués, son esencialmente creación de la colonia. De las segundas, el pensamiento colonial tenemos aún muchas más expresiones pues todas nuestras ciencias y artes lo son en la medida que copien y suscriban modelos europeos, primero, anglo-americanos, después, lo que nos lleva a no ser originales, como lo planteó muy adelantadamente Simón Rodríguez, sino simplemente una copia de los pensamientos venidos de los centros coloniales, así siempre nuestro pensamiento latinoamericano es un derivado de algún pensamiento europeo o anglo-americano. Pero debemos tener en cuenta que el origen del pensamiento colonialista se da en la práctica de la necesidad de civilizar a los sometidos a ese sistema de explotación, debido a esto
“La seguridad del sistema económico recomienda integrar a esclavos -o a los indios- en la cultura occidental, es decir, civilizarlos, pues esa era la única forma de eliminar la indolencia de los salvajes, pues ese comportamiento es consecuencia de la falta de necesidades y desaparecerá en la medida que las vayan contrayendo” (San Martín, 2000, p. 27)

Esta cuestión, nos va generando un conjunto de interrogantes, partiendo del cómo lograr la identificación de esas necesidades que fueron impuestas con la finalidad de fundar la civilización; el cómo hacer para identificarlas desde el espacio concreto, sin olvidar el carácter simultaneo, que abordaremos más adelante, y que caracteriza a la colonización como proceso civilizatorio; qué hacer para desmontar este marco ideológico comprendiendo que en lo local se expresan elementos comunes y particulares de un proceso que en cierta medida fue mundial.

Sumado a esto, otra de las aristas del problema de la independencia la encontramos presente en el hecho que ese colonialismo ha enseñado por generaciones que la época histórica colonial es la edad de oro de nuestras sociedades y que en ella solo se acrisolaba la paz y la estabilidad social, dicho pensamiento se sostiene en base a una serie de mitos que expresan la simbología foránea de nuestra esencia. Ejemplos de esta aseveración llegan hasta nuestros días. Así vemos, como se establece el 12 de octubre, otrora día de la raza, como día de la resistencia indígena pero en muchísimas de las localidades encontramos que se siguen celebrando las llamadas fundaciones de las ciudades, fechas que en lo geohistórico son expresiones del colonialismo. La sola posibilidad de exponer el carácter colonialista de la celebración de las fundaciones de las ciudades y pueblos genera el rechazo de la sociedad lo que evidencia el alto e intrínseco culto que existe de lo colonial.

Es además, muy conocida la tendencia ideológica de analizar la historia como meros fenómenos aislados cronológica, geográfica y socialmente, por lo tanto nos hemos acostumbrado a estudiar a la independencia como un proceso que se inicia 19 de abril de 1810 en Caracas por parte de los blancos mantuanos contra la invasión de Napoleón a España, sin tomar en cuenta que este proceso nace en el mismo 1492 a la llegada de Colón cuando se inicia la invasión cristiana. Hasta el mismo nombre de este proceso es causa de polémica, para algunos es descubrimiento y conquista, para otros es una invasión europea, pero en realidad es una invasión cristiana, de esto Howitt (s/f) citado por Marx (2010) en El Capital nos dice 
"Los actos de barbarie y los inicuos ultrajes perpetrados por las razas llamadas cristianas en todas las regiones del mundo y contra todos los pueblos que pudieron subyugar, no encuentran paralelo en ninguna era de la historia universal y en ninguna raza, por salvaje e inculta, despiadada e impúdica que ésta fuera."  (p. 940)

Esta invasión marco el destino del después denominado nuevo orbe; que abarca buena parte del continente que fue organizado en colonias por nacientes potencias europeas, como España y Portugal; las que a la vez ideológicamente logran conseguir, como de hecho lo hizo, establecer el pensamiento colonialista que cuenta entre sus más fieles seguidores, no al comienzo pero si en buena parte de su desarrollo, a las clases sociales más desfavorecidas por el orden colonial. 

En pocas palabras, la independencia no puede ser vista como una enfrentamiento bélico en una etapa encerrada en los 15 años de la guerra, debido a que sus causas se presentan en los 300 años de colonialismo español y en la acumulación capitalista europea no solo de España, pues sería injusto señalar que solo esta se beneficia del proceso de colonización, porque aunque, en estas latitudes, políticamente las colonias son esencialmente españolas y portuguesas no son estas las únicas naciones que se alimentan de la explotación, por un entramado de relaciones económicas, de los amplios recursos encontrados y controlados. Y al no ser la independencia solo un enfrentamiento bélico sino también ideológico es un proceso que no se ha cerrado y que se extiende hasta nuestros días.

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